Estimados amigos de lo enigmático, desde mi laboratorio
secreto quisiera plantearos un nuevo misterio, uno atávico, un fenómeno que lo
sufrimos y padecemos los varones desde tiempos remotos, mucho más allá de donde
se pierde la memoria de la humanidad.
Por algún extraño y maléfico poder, cuando nuestras amadas
esposas, al igual que nuestras
madres anteriormente, nos piden que busquemos un objeto, por ejemplo un bote en
un mueble de cocina o una prenda de ropa concreta en un cajón o armario, es
algo más que evidente que no lo vamos a encontrar en un elevado porcentaje de
ocasiones, reconocedlo, es así señores. Pero hay que dejar muy claro que no es
porque los miembros del colectivo masculino no busquemos, estemos ciegos o
algo parecido, no, es porque simplemente la cosa en cuestión no está.
Sacaremos fuera todo lo que haya que sacar, revolveremos los
puñeteros muebles, cajones y armarios, y seguirán sin aparecer los muy cabrones
objetos que nos han pedido, es imposible, no están allí ¡¡NI DE COÑA MARINERA!!
Pues bien, llega ese momento en el que nosotros muy seguros
de nosotros mismos, crecidos ante la adversidad y henchidos por el orgullo
viril, afirmamos con rotundidad y vehemencia… ¡¡¡Aquí no está el cacharro/ropa
ese que me has pedido, así que búscalo tu si quieres!!!
Craso error amigos, como se suele decir habéis metido la
pata hasta el mismísimo corvejón. En los momentos siguientes comenzarán a
producirse una serie de pavorosos fenómenos en cadena que pasaré a describir.
Las que en su momento fueron vuestras amadas esposas o dulces
y amorosas madres, según el caso, decir que si son las dos de manera simultánea o las tres si se une vuestra suegra, estaríamos ante el mismísimo Apocalipsis, harán acto de
presencia en la dantesca escena en la que sin duda alguna hemos convertido la
cocina, trastero o dormitorio de nuestra casa.
Una figura oscura aparece de manera repentina, es tu mujer, llega acompañada por los tétricos acordes de órgano de catedral, una lúgubre niebla que presagia muerte, frío y dolor,
mucho dolor. Sus ojos demoniacos inyectados en sangre son en ese momento el
reflejo de la más terrible de las iras…
Pero la cosa no queda ahí, en el momento en el que vamos a
explicar de manera temblorosa y balbuceante que lo que nos había pedido no está en su sitio y no aparece por ningún lado…. CHASSSSS!!!!
El objeto en cuestión se materializa ante las narices y atónita mirada del
ojiplático marido, al que instantes después llega a sus oídos una gélida frase
que es pronunciada con una gutural voz sobrenatural de claras connotaciones letales… “Ves como estaba donde te dije, es que
ni has mirado”. Uno en ese momento piensa… , más que nada porque no tiene
cojones de hablar, ¡¡¡Que no he mirado dice la tía esta, la madre que..!!!!!
A algunos o algunas os parecerá poca cosa a simple vista,
pero es que ese tono vocal helaría la sangre a cualquier mortal que se precie
de serlo. Si amigos míos, ese ser proveniente del Averno que posee en esos
momentos los cuerpo de nuestras esposas encima se cachondea de nosotros acojonándonos
el muy cabrón.
Ante estos misteriosos eventos hay que plantearse una serie
de cuestiones de importancia vital para nuestras vidas.
¿Qué energía es capaz de hacer que objetos cotidianos
desaparezcan y vuelvan a aparecer sin razón aparente alguna? ¿Qué poder poseen las
féminas para que la materialización del objeto se produzca justo en el momento
en el que ellas aparecen por la puerta? ¿Acaso las mujeres son como unas
antenas biológicas capaces de recibir energía y materia de otros puntos del multiverso?
¿Cabe la posibilidad de que el objeto desaparecido en cuestión se acojone y
vuelva a toda leche del espacio interdimensional?...
Muchas incógnitas rodean a este enigma y creo sinceramente que unas cuantas generaciones masculinas posteriores a la nuestra seguirán
padeciendo estos fenómenos durante los próximos siglos.
Fdo.: El maléfico profesor Jac
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